jueves, 23 de abril de 2020

HÉCTOR ROJAS HERAZO - SEMBLANZA




                                                   
APUNTES PARA UNA SEMBLANZA ACERCA DE HÉCTOR ROJAS HERAZO
Por Ignacio Verbel Vergara.
¿Qué puedo decir de este hombre que se llamó y se llama Héctor Rojas Herazo?
Puedo decir tantas cosas y sin embargo, quedarme corto. Puedo no alcanzar ni siquiera un ápice de todo lo que se puede expresar de este SER memorable.
Comenzaré diciendo que nació frente al mar de Tolú. Que se extasiaba contemplando las olas, saboreando el olor del viento, que soñaba acunado en el azul de las aguas y que era el rey de un patio gigantesco  en el que las presencias humanas se cruzaban en todo momento con las presencias oníricas o fantasmales.
Diré que este muchacho se bebió todas las sensaciones, los colores, las vivencias, las atmósferas y los sonidos de su pueblo y los depositó en lo más excelso de su conciencia para, años después, tener la materia y el motivo para sus poemas, sus novelas, sus ensayos y cuadros.
Diré que este joven paseó por las calles de aquel Tolú de los años 30s y 40s, como todos los muchachos de este pueblo, pero además con el valor agregado de ir atesorando cada acontecimiento, cada percepción, las formas en que la luz horadaba las tinieblas, la manera en que las nubes festoneaban sobre una realidad sanguinaria y cruel.
 Diré que cada vez que contempló la injusticia o el desamor desarrolló un alma mejor, un alma más humana.
Diré que inventariaba cada mañana, cada atardecer, cada noche. Y que a cada uno de esos momentos le descubría sus facetas de luz y de oscuridad, de edén y de infierno.
Diré que el niño convertido en joven se volvió desmesurado. Su anatomía era la de un gigante, la de un luchador, tenía un físico de gladiador. El mismo lo reconoce al manifestar:
Quien le ve su andar de pesista de circo o luchador que se dirige a la arena, no sabe que toda su fisiología no pasa de ser un mueble (...) tuvo la voz gruesa y afirmativa de los animales que viven atemorizados. temor a todo: a cortarse cuando se afeita" a engordar más de la cuenta; a tener que dormir alguna noche en una casa sola; al solo hecho de estar vivo; a ser arrollado por un automóvil, por la espalda, cuando va caminando por una acera. Sabemos también que, para él, un viaje en avión es mucho más catastrófico que un juicio final".
Pero, fijémonos que en esa declaración nuestro gran poeta nos está confesando también sus puntos débiles, su carácter terrenal. No es únicamente masa brutal sino también sensibilidad, preocupación. Su talante es el de un humano que le teme a la muerte y que sólo quiere vivir, por eso alguna vez afirmó:
. Mi único, mi más pueril deseo: no morir nunca.

Por eso también declaró sin ambages:

¿Quién soy? Soy un híbrido de furia, ignorancia, cobardía, esperanza, inconsecuencia, ternura y desesperación. Un hombre totalmente normal, como puede verse. Escribo o pinto para ejercitar una incoercible y casi siempre fracasada necesidad de comunicarme con los otros.

Y desde ese patio comenzó a urdir la que sería una de las obras más colosales de la literatura hispanoamericana: su obra literaria, conformada por varios poemarios( Tránsito de Caín, Rostro en la soledad, Agresión de las formas contra el ángel, Las úlceras de Adán) y por tres novelas llenas de maestría, colorido, humanismo y sabiduría: Respirando el verano, En Noviembre llega el arzobispo y Celia se pudre. Y desde ese patio, encaramado en lo más alto de los árboles mágicos que lo poblaban, empezó también a idear el universo de colores y de formas que tendrían sus portentosas pinturas llenas de vida, de latencia caribe, de esencia humana. En cada poema, en cada relato, en cada novela, en cada cuadro, restallan los escenarios toludeños, esos en los que se cuajó su alma de esteta. Por eso no es raro que muchos años después de haberse ido de Tolú a otros espacios del país y de Europa, exclamara:
Soy un hombre relleno, como un chorizo sentimental, de patios arruinados lleno de cachivaches podridos, de mugidos de mar, de luces lejanas, de papeles de alcaldía cuya tinta convierte la lluvia perdida en lágrimas moradas.
Puedo decir también de este hombre que era un gran valorador de lo cotidiano, de lo elemental, de lo secretamente sublime. Por eso, también escribiría:
Soy el único ser a quien desasosiegan los insectos. El que conoce, individualmente, todas las rendijas de un cuarto. Me tiemblan de placer los muslos cuando un cuchicheo enciende lamparitas de anhelo detrás de mi puerta. El lecho es mi gran zona de aire, mi oscura geografía de placer. Soy el amo absoluto de la toalla y el jabón con que he de limpiar el lodo de mis espasmos. Soy el rey de esta alcoba. Aquí soy grande, espléndido y triunfal.
Puedo decir que aquí, en este pueblo, en estas calles de Tolú, en esta plaza, metido entre esta atmósfera, se formó Héctor Rojas Herazo, el escritor universal, el pintor de éxito, el pensador insigne. Ese que a algunos les duele y que tratan de ignorar y de borrar de la memoria de su pueblo, porque saben que nunca serán ni siquiera uno de sus escupitajos. Rojas Herazo, el creador admirado por los grandes poetas del mundo, por los grandes narradores del continente, quien hizo que Gonzalo Arango, el fallecido sacerdote del Movimiento Literario Nadaísta escribiera sobre él:
 “Héctor Rojas Herazo es, a simple vista, un campeón de lucha libre; un talador de bosques; un rufián; un levantador de pesas; un bulldozer que camina; un marino mercante; un arenero de Tolú; un Prometeo desencadenado; un profeta del trópico; qué sé yo...un hombre de duros oficios [...] Pero si Ud. va al fondo, descubrirá que su piel esconde el alma de un poeta puro”.
Puedo decir que este hombre es inmortal, que nadie podrá disputarle su pedazo de cielo en el gran mundo de los artistas eternos. Que a medida que pasen los años y cuando se tenga un poco más de perspectiva por parte de los estudiosos de la literatura de Colombia y del universo, tendrán que situarlo en el sitial áureo y trascendental que le corresponde, como ocurrió con Cervantes Saavedra, quien por más de 300 años fue ignorado y quiso ser silenciado por las élites caníbales del intelectualismo español.
¡Gloria eterna a este eximio artista integral de nuestro pueblo!
Ignacio Verbel Vergara.


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