APUNTES
PARA UNA SEMBLANZA ACERCA DE HÉCTOR ROJAS HERAZO
Por
Ignacio Verbel Vergara.
¿Qué
puedo decir de este hombre que se llamó y se llama Héctor Rojas Herazo?
Puedo
decir tantas cosas y sin embargo, quedarme corto. Puedo no alcanzar ni siquiera
un ápice de todo lo que se puede expresar de este SER memorable.
Comenzaré
diciendo que nació frente al mar de Tolú. Que se extasiaba contemplando las
olas, saboreando el olor del viento, que soñaba acunado en el azul de las aguas
y que era el rey de un patio gigantesco
en el que las presencias humanas se cruzaban en todo momento con las
presencias oníricas o fantasmales.
Diré
que este muchacho se bebió todas las sensaciones, los colores, las vivencias,
las atmósferas y los sonidos de su pueblo y los depositó en lo más excelso de
su conciencia para, años después, tener la materia y el motivo para sus poemas,
sus novelas, sus ensayos y cuadros.
Diré
que este joven paseó por las calles de aquel Tolú de los años 30s y 40s, como
todos los muchachos de este pueblo, pero además con el valor agregado de ir
atesorando cada acontecimiento, cada percepción, las formas en que la luz
horadaba las tinieblas, la manera en que las nubes festoneaban sobre una
realidad sanguinaria y cruel.
Diré que cada vez que contempló la injusticia
o el desamor desarrolló un alma mejor, un alma más humana.
Diré
que inventariaba cada mañana, cada atardecer, cada noche. Y que a cada uno de
esos momentos le descubría sus facetas de luz y de oscuridad, de edén y de
infierno.
Diré
que el niño convertido en joven se volvió desmesurado. Su anatomía era la de un
gigante, la de un luchador, tenía un físico de gladiador. El mismo lo reconoce
al manifestar:
Quien le ve su andar de pesista
de circo o luchador que se dirige a la arena, no sabe que toda su fisiología no
pasa de ser un mueble (...) tuvo la voz gruesa y afirmativa de los animales que
viven atemorizados. temor a todo: a cortarse cuando se afeita" a engordar
más de la cuenta; a tener que dormir alguna noche en una casa sola; al solo hecho
de estar vivo; a ser arrollado por un automóvil, por la espalda, cuando va
caminando por una acera. Sabemos también que, para él, un viaje en avión es
mucho más catastrófico que un juicio final".
Pero, fijémonos que en esa declaración nuestro gran poeta nos está
confesando también sus puntos débiles, su carácter terrenal. No es únicamente
masa brutal sino también sensibilidad, preocupación. Su talante es el de un
humano que le teme a la muerte y que sólo quiere vivir, por eso alguna vez
afirmó:
. Mi único, mi más pueril deseo: no morir nunca.
Por eso también declaró
sin ambages:
¿Quién soy? Soy un híbrido de furia, ignorancia, cobardía, esperanza,
inconsecuencia, ternura y desesperación. Un hombre totalmente normal, como
puede verse. Escribo o pinto para ejercitar una incoercible y casi siempre
fracasada necesidad de comunicarme con los otros.
Y desde ese patio comenzó
a urdir la que sería una de las obras más colosales de la literatura
hispanoamericana: su obra literaria, conformada por varios poemarios( Tránsito de Caín, Rostro en la soledad,
Agresión de las formas contra el ángel, Las úlceras de Adán) y por tres
novelas llenas de maestría, colorido, humanismo y sabiduría: Respirando el verano, En Noviembre llega el
arzobispo y Celia se pudre. Y desde ese patio, encaramado en lo más alto de
los árboles mágicos que lo poblaban, empezó también a idear el universo de
colores y de formas que tendrían sus portentosas pinturas llenas de vida, de
latencia caribe, de esencia humana. En cada poema, en cada relato, en cada
novela, en cada cuadro, restallan los escenarios toludeños, esos en los que se cuajó
su alma de esteta. Por eso no es raro que muchos años después de haberse ido de
Tolú a otros espacios del país y de Europa, exclamara:
Soy un hombre relleno, como
un chorizo sentimental, de patios arruinados lleno de cachivaches podridos, de
mugidos de mar, de luces lejanas, de papeles de alcaldía cuya tinta convierte
la lluvia perdida en lágrimas moradas.
Puedo decir también de este hombre que era un gran valorador de lo
cotidiano, de lo elemental, de lo secretamente sublime. Por eso, también
escribiría:
Soy el único ser a quien desasosiegan los insectos. El
que conoce, individualmente, todas las rendijas de un cuarto. Me tiemblan de
placer los muslos cuando un cuchicheo enciende lamparitas de anhelo detrás de
mi puerta. El lecho es mi gran zona de aire, mi oscura geografía de placer. Soy
el amo absoluto de la toalla y el jabón con que he de limpiar el lodo de mis
espasmos. Soy el rey de esta alcoba. Aquí soy grande, espléndido y triunfal.
Puedo
decir que aquí, en este pueblo, en estas calles de Tolú, en esta plaza, metido
entre esta atmósfera, se formó Héctor Rojas Herazo, el escritor universal, el
pintor de éxito, el pensador insigne. Ese que a algunos les duele y que tratan
de ignorar y de borrar de la memoria de su pueblo, porque saben que nunca serán
ni siquiera uno de sus escupitajos. Rojas Herazo, el creador admirado por los
grandes poetas del mundo, por los grandes narradores del continente, quien hizo
que Gonzalo Arango, el fallecido sacerdote del Movimiento Literario Nadaísta
escribiera sobre él:
“Héctor Rojas Herazo es, a simple vista, un
campeón de lucha libre; un talador de bosques; un rufián; un levantador de
pesas; un bulldozer que camina; un marino mercante; un arenero de Tolú; un
Prometeo desencadenado; un profeta del trópico; qué sé yo...un hombre de duros
oficios [...] Pero si Ud. va al fondo, descubrirá que su piel esconde el alma
de un poeta puro”.
Puedo decir que este hombre es inmortal, que nadie podrá disputarle su
pedazo de cielo en el gran mundo de los artistas eternos. Que a medida que
pasen los años y cuando se tenga un poco más de perspectiva por parte de los
estudiosos de la literatura de Colombia y del universo, tendrán que situarlo en
el sitial áureo y trascendental que le corresponde, como ocurrió con Cervantes
Saavedra, quien por más de 300 años fue ignorado y quiso ser silenciado por las
élites caníbales del intelectualismo español.
¡Gloria eterna a este eximio artista integral de nuestro pueblo!
Ignacio Verbel Vergara.